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jueves, 31 de diciembre de 2020

El fuego (XXVI) La huella del fuego


Historia del fuego


    Los antropólogos norteamericanos Mary Leaky y Paul Abell de la Universidad de Rhode Island en USA, descubrieron en 1978, durante el transcurso de unas excavaciones en Laetolil, norte de Tanzania, una senda de 200 metros, con pisadas fosilizadas de] más antiguo grupo de homínidos conocido hasta la fecha, y de una antigüedad de 3.600 millones de años. Las huellas pertenecientes a dos ancestros directos del hombre que andaban en posición vertical, paso semejante al nuestro, e idéntica forma de pie, ha supuesto conservar hasta el presente el más antiguo testimonio de rastro humano sobre la Tierra. Incluso el tamaño de pisadas de los dos primates marchando en dirección sur, indican con certeza que uno de ellos era de complexión más frágil y que podía tratarse de una hembra.

Estas sensacionales huellas sobre ceniza volcánica aún caliente cuando fue pisada, señala también un momento de reflexión o duda por parte del individuo menos corpulento, pues durante el breve recorrido se detiene, gira a la izquierda y después reemprende de nuevo la marcha, tras haberse cerciorado de algo o de comprobar alguna irregularidad. El fuego y la naturaleza del terreno, han permitido conservar perfectamente hasta nuestros días, un hecho humano que acaeció hace nada menos que casi cuatro millones de años.
    En la moderna historia de la antropología, la ceniza (residuos incombustibles de materias sólidas), ha significado reconstruir múltiples etapas o hechos pasados, que sin el testimonio del fuego, parte del conocimiento histórico hubiese quedado entre la hipótesis y la incógnita, la suposición o la duda. De la misma forma, las cenizas han supuesto corroborar multitud de datos encontrados en la epigrafía, en la escritura cuneiforme, de jeroglíficos y en los antiguos manuscritos legados por los primeros historiadores de nuestra era. En tiempos modernos y sobre diferentes estratos de suelo, los arqueólogos lograron esclarecer hechos, que no hubiesen sido nunca desvelados.
    Por las cenizas que perduraron, se logró el testimonio indestructible de la forma en que desaparecieron las más famosas ciudades-estado o imperios de la antigüedad y de qué manera sobrevinieron tras el poderío, las hecatombes. De la misma forma, multitud de aspectos de vida.
    Las cenizas halladas en Troya patentizaron tras las ruinas, cómo desapareció para siempre la famosa capital de la Tróade, inmortalizada por Homero. Troya fue destruida dos veces completamente y las dos, por el fuego. El primer gran incendio de Troya acaeció en 2350 a. J. C. y el segundo incendio volvió a destruirla en el sitio de diez años (1193 - 1184 a. J. C.), durante la guerra con los griegos, gesta inmortalizada por Homero en su epopeya Helena "La Ilíada". Igualmente otras ciudades célebres, y capitales de imperios como Babilonia, Nínive, Persépolis o Pompeya, etc., fueron reencontradas para la historia, entre las cenizas de sus ruinas excavadas.
    En este aspecto, uno de los hallazgos más extraordinarios de la historia fue el descubrimiento de la ciudad de Pompeya, después de haber permanecido- 1.700 años sepultada bajo cenizas volcánicas por la erupción del Vesubio del año 79 de nuestra era. La importancia de la ceniza se patentiza al proteger de tal forma el enterramiento de la ciudad, que la arquitectura, el arte, la vida social, etc., quedaron expuestas tras las excavaciones con datos visibles. Incluso los arqueólogos pudieron moldear en yeso dentro de los montones de ceniza, las cavidades que presentaban los cuerpos de las personas atrapadas dentro de sus casas y reconstruir hasta la actitud que adoptaron en el momento de morir. En su visita a Pompeya y ante la grandiosa y certera evocación del mundo antiguo que se ofrecía a sus ojos, Goethe no pudo menos que exclamar, admirado: "De las grandes desgracias que ha vivido el mundo, pocas como ésta han alegrado tanto a la humanidad".
    La ceniza ha formado también parte del simbolismo, entre los pueblos primitivos. Los hebreos distinguían en su lenguaje "epher", la ceniza que aparece del fuego, de "apher", el polvo. Las cenizas de los holocaustos eran sagradas para el pueblo judío y tras los sacrificios, se depositaban en lugares puros donde nada ni nadie pudiese profanarlas. Otros pueblos antiguos emplearon ceniza en rituales y sacrificios funerarios; y era práctica corriente besar la ceniza o polvo de las tumbas.
    Los pueblos orientales, chinos e indostánicos, mantenían entre sus ritos funerarios la costumbre de rociarse la cabeza con agua y ceniza y lo mismo hacían los egipcios. De la misma forma, en Arabia y Egipto los parientes o personas que querían demostrar dolor o aflicción por sus difuntos, se cubrían la piel de manos y rostros con ceniza y se ceñían un cilicio al cuerpo más o menos áspero y rugoso, según el grado de dolor que se deseaba manifestar. Igualmente la ceniza simbolizaba el ayuno; judíos y fariseos se cubrían el rostro con ceniza como signo principal de abstinencia. Otros pueblos usaron ceniza para sus abluciones y purificaciones, cuando el agua escaseaba. Armenios e indostánicos utilizaban la ceniza como remedio sagrado de enfermedades y los brahmanes se frotaban todo el cuerpo con ceniza como signo de purificación.
    La mitología consideraba la ceniza como símbolo del cielo sombrío de la noche, dando origen a un sin fin de cuentos, leyendas y tradiciones. En los primeros siglos del cristianismo, la Biblia consideraba la ceniza símbolo de aflicción y penitencia pública y los pecadores presentaban su cabeza cubierta de ceniza. La penitencia pública fue sustituida después en la liturgia de la misa, por la bendición de la ceniza e imposición a todos los fieles en el primer miércoles de cuaresma, o "miércoles de ceniza". La ceniza usada en la ceremonia procedía de los ramos bendecidos por el sacerdote y después esta ceremonia pasó a celebrarse el sexto domingo antes de Pascua, o primer día de Cuaresma. El "día de ceniza", señaló a partir del siglo VIII, el comienzo de los ayunos cuaresmales.
    La ceniza también fue arma de justicia en la administración de castigos en la antigua Persia. Los culpables convictos de delitos mayores, eran arrojados a pozos u hoyos rellenados previamente con ceniza para prolongar el sufrimiento de los reos; y en Berea existían mecanismos especiales para aplicar la pena capital por medio de ceniza caliente. Menelao fue condenado a la ceniza por orden de Antíoco Empator de Berea y lanzado desde un torreón de 50 codos de altura.
    La incineración mortuoria practicada desde épocas remotas por distintas civilizaciones, simboliza la purificación material que representa la reducción de los cuerpos a mera ceniza.


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