El primer pirómano de la historia de la humanidad, fue un griego de oscuro nacimiento que por el deseo de ver su nombre inmortalizado, tuvo la monstruosa idea de incendiar el Templo de Diana en Éfeso, considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. Planeó el incendio con tal meticulosidad que el templo quedó en cenizas en pocas horas.
Eróstrato fue juzgado (21 julio de 356 a. de C.) por su criminal acción y condenado a morir en la hoguera. Durante años, aún se publicaron decretos prohibiendo pronunciar su nombre en público.
Sin embargo, el de Eróstrato ha sido recordado hasta días, como el primer pirómano de la historia. En la Europa del siglo XIX aparecieron curiosamente más casos de piromanía en mujeres que en hombres y los incendios que acarrearon mayores consecuencias se dieron en zonas rurales, donde un gran número de jóvenes adolescentes alejadas de sus familias, trabajaban de sirvientas muchas veces en pésimas condiciones. En estas circunstancias, no era de extrañar que los incendios a su alrededor, las resarciese de infortunios y frustraciones.
Aunque para el profano tenga un matiz nebuloso, la piromanía entra de lleno en el concepto de enfermedad mental. Los pronósticos de curación son a veces bastante desfavorables y si el enfermo además, tiene algún impedimento físico o padece una dolencia crónica, las perspectivas de curación se verán reducidas. Para la familia, resultará incomprensible el descubrimiento del pirómano en casa y, es ahora cuando el enfermo necesitará más afecto y comprensión. Debe ayudársele para que no acabe siendo un grave peligro tanto para los demás como para sí mismo.
El pirómano es un psicópata que busca obtener satisfacción a la vista del como también puede representar un medio para desahogar un furor acumulado por frustración y en otros casos, puede ser un sustituto del placer sexual en individuos inadaptados. Pero nunca el pirómano actuará con premeditación como tampoco nunca se detendrá a meditar, el potencial perjuicio que de sus acciones, pueden derivarse.
Las depresiones, desórdenes emotivos, perturbaciones transitorias, inadaptación social, etc... son conductas que se dan con frecuencia en el mundo de hoy. Un gran número de estas personas se sienten atraídas por el fuego en cualquiera de sus formas y las llamas constituyen para otro gran número de alteraciones psíquicas, un sedante y una liberación, para el enfermo Y al mismo tiempo un grave riesgo.
Los niños deben preocupar, cuando después de los cinco o seis años continúan jugando con cerillas o fuego. Muchos niños se sienten fascinados por el fuego y esta inclinación se manifiesta en sus entretenimientos. Los niños que pasada esa edad, continúan interesados por las llamas, deben observarse, porque puede ser síntoma de perturbación psicológica. Deben corregirse estos trastornos, pues la experiencia profesional está llena de casos cuyos, que han resultado consumados procesos.
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