Frente al rigor histórico, quizás existiesen otros ingenios anteriores a la ctesibica machina ya que reconocidas otras culturas y civilizaciones más antiguas (Babilonia, Egipto, etc.) resulta fácil aventura que poseyeron también máquinas para combatir incendios. Al margen de esta incógnita, aparecen ciertos aparatos rudimentarios (440 a. de C.) en inscripciones atenienses. Uno de ellos, fabricado con lona e intestinos de buey, consistía en una especie de saco en forma de recipiente y los intestinos servían de manguera. Este sistema funcionaba trasladando el saco con agua al lugar del fuego y allí se acoplaba la "manguera" a la boca del saco. Mientras varios hombres hacían presión sobre el saco, otro dirigía la "manguera" hacia las llamas, enviando el agua impulsada a través del conducto. Sin embargo, este método no se vuelve a mencionar más, lo que hace suponer que no debió dar buenos resultados.
Posterior a la máquina ctesibica, aparece a finales del siglo I a. de C. otro tipo de bomba, cuyo inventor es Herón, matemático y mecánico y como Ctesibios, natural de Alejandría. Descrita en su obra Pneumática (I, 28) como bomba de extinción de incendios, seguía con algunas diferencias, los principios de la bomba de Ctesibios. La máquina inventada por Herón, consistía en dos pistones de bronce conectados a una única salida. Los cilindros se acoplaban a una base de madera, que se sumergía en el agua. La máquina ctesibica consistía en una bomba de doble acción que a través de su función manual, lanzaba chorros de agua desde la máquina, al fuego. Estas bombas representaron en su tiempo un importante avance técnico, pues al proyectar agua a mayores alturas, el fuego en edificios no hubiese sido posible combatirle con éxito por ningún otro medio.
A partir del siglo I d.de C. se generaliza el uso de estas máquinas denominadas, siphos, en los cuerpos de vigiles o bomberos del Imperio y el célebre jurisconsulto Ulpiano (170-228) menciona a los siphos en el "Digesto" (recopilación de leyes) en tiempos de Caracalla, como "Instrurnentos" que deben encontrarse obligatoriamente en edificios principales y, en el momento de su venta, como útil para extinción de incendios. Parece ser que los siphos se utilizaron también en la guerra, pues se han encontrado numerosos testimonios de la época bizantina del empleo de la bomba de Herón para proyectar petróleo sobre naves, enemigas y prenderles después fuego.
Cuando mil novecientos años después, Anton Platter, un orfebre de Augsburgo en Alemania, inventa una "jeringa a agua" destinada a combatir incendios, tiene la completa convicción de que es la primera máquina de la historia, ignorando que diecinueve siglos antes, un mecánico griego de Alejandría, ya había inventado la bomba aplicada a la extinción de incendios.
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