El acueducto de Segovia tenía 728 m., una altura de 28,90 m. y 5,20 m. de ancho. Su construcción a base de sillares de granito seco tenía 16 kilómetros de canalización, transportando el agua a la ciudad desde el río Acebeda. En aquellas otras colonias o ciudades con escasez de agua, como en el caso de Emporiae (Ampurias) los impluvium centrales de las casas sustituían a las tinajas que las leyes contra incendios prescribían. En cuanto al fuego, y desde tiempos de la ciudad griega o "neápolis", un cuerpo de vigiles adscritos a la milicia, mantenía la guardia nocturna en los baluartes. Si bien, la misión principal era detectar movimientos de sorpresa por parte indígena, vigilaban asimismo desde sus puestos, cualquier conato de fuego en la ciudad.
En Roma, aparte de la red del suministro público, había pequeñas presas en ciertos puntos de la ciudad que embalsaban agua del Tíber. En tiempos de Caracalla, los vigiles almacenaban agua del Ebro en Caesaraugusta ramificada hacia grandes depósitos alrededor de la población. Depósitos y embalses significaban agua abundante y continua, sobre todo en periodos de sequía. Todos aquellos artesanos que disponían para su trabajo de aljibes y cisternas, tenían la obligación de cederla cuando la necesitaban los bomberos.
Los bomberos debían conocer toda disponibilidad de agua en su demarcación y se partía siempre de los lugares más fáciles de obtener como también más cercanos al fuego. Asimismo, según la importancia del incendio, se acudía a los de mayor o menor suministro. Igualmente en épocas de estiaje, se daba preferencia al agua de pozos, con caudales más constantes que otros cursos de agua. En poblaciones importantes, el agua que precisaban los bomberos era establecida por los "prefectos", según cálculos sobre características, tipo de edificación y perímetro de las ciudades. En aquellas que contaban con redes de suministro, se tenían en cuenta los caudales para los bomberos.
Hasta la invención de la manguera en el siglo XVIII, el cubo fue el único medio de hacer llegar agua a las bombas o directamente al fuego. Por ello, estos cuerpos precisaban de gran número de hombres que se pasaban los baldes de mano en mano. Los acuarii eran siempre la sección más numerosa de los cuerpos de vigiles. En principio los cubos fueron de soga tejida y entrelazada y posteriormente se usaron de madera y cuero.
En Roma, aparte de la red del suministro público, había pequeñas presas en ciertos puntos de la ciudad que embalsaban agua del Tíber. En tiempos de Caracalla, los vigiles almacenaban agua del Ebro en Caesaraugusta ramificada hacia grandes depósitos alrededor de la población. Depósitos y embalses significaban agua abundante y continua, sobre todo en periodos de sequía. Todos aquellos artesanos que disponían para su trabajo de aljibes y cisternas, tenían la obligación de cederla cuando la necesitaban los bomberos.
Los bomberos debían conocer toda disponibilidad de agua en su demarcación y se partía siempre de los lugares más fáciles de obtener como también más cercanos al fuego. Asimismo, según la importancia del incendio, se acudía a los de mayor o menor suministro. Igualmente en épocas de estiaje, se daba preferencia al agua de pozos, con caudales más constantes que otros cursos de agua. En poblaciones importantes, el agua que precisaban los bomberos era establecida por los "prefectos", según cálculos sobre características, tipo de edificación y perímetro de las ciudades. En aquellas que contaban con redes de suministro, se tenían en cuenta los caudales para los bomberos.
Hasta la invención de la manguera en el siglo XVIII, el cubo fue el único medio de hacer llegar agua a las bombas o directamente al fuego. Por ello, estos cuerpos precisaban de gran número de hombres que se pasaban los baldes de mano en mano. Los acuarii eran siempre la sección más numerosa de los cuerpos de vigiles. En principio los cubos fueron de soga tejida y entrelazada y posteriormente se usaron de madera y cuero.
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